El ‘secuestro de carbono’ se basa en «quitar» CO2 de la atmósfera para almacenarlo en reservas terrestres (suelo y plantas) y en ecosistemas acuáticos, además de intentar evitar que el CO2 desprendido por actividades humanas llegue a la atmósfera (por ejemplo, se trata de separar el CO2 emitido por la industria y la generación de energía, y transportarlo a un lugar de almacenamiento geológico para aislarlo de la atmósfera a largo plazo).
Los bosques y la vegetación en general son sumideros naturales de carbono, es decir, tienen la capacidad de absorber el carbono presente en la atmósfera e incorporarlo a través de la fotosíntesis a su estructura. De esta manera se puede almacenar carbono que, de otra forma, estaría libre en la atmósfera.
Comentarios